martes, 6 de marzo de 2012

El amor: más allá de la pasión (2)

Por Vilma Pandelo Cruz






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Las promesas amorosas tienen una gran fuerza psicológica: son como el cemento mágico destinado a pegar los cuerpos y las almas. Los enamorados están plenamente convencidos de que se ajustarán a ellas durante toda su vida, con el correr de los meses, y a medida que el estado físico y anímico de él y ella antes revolucionado por el amor se va sosegando, las cosas suelen cambiar.

El torrente inicial de palabras puede llevárselo el viento, como bien afirma la sabiduría popular, que también señala que las promesas suelen quedarse sólo en eso: en promesas que finalmente decaen o no se cumplen. Para que la relación se asiente y consolide, se debe cultivar una buena comunicación, uno de los pilares de toda pareja que funciona.
  
Según expertos, estamos programados para desapasionarnos después de 18 a 30 meses de relación de pareja. En ese momento, los sentimientos pueden terminarse, pero también transformarse en una unión consolidada controlada por el corazón y la cabeza.
   
Si se saben encauzar los sentimientos después del primer impacto visceral, se puede conseguir que el amor llegue a buen puerto y que se transforme en una relación más profunda y duradera.

La transformación de una pasión repentina en un amor duradero requiere profundos cambios internos. Mientras el que vive la pasión niega sus defectos y carencias, creyéndose indestructible, los protagonistas de un amor verdadero reconocen los puntos débiles del otro y los aceptan.
   
La pasión nos hace altivos, y el amor humildes. La primera es rápida y el segundo se consigue día a día. Además, el arrebato excluye lo que no guarda relación con éste, mientras que el cariño incluye aquello que enriquece a los miembros de la pareja.
   
El principal ingrediente, clave para consolidar la relación, transcurrida la apasionada e inicial verborrea del enamoramiento, consiste en aprender a comunicarse de manera sincera y eficaz.
   
Es casi imposible que una pareja funcione bien, resuelva los problemas que surgen o que sus integrantes se  sientan a gusto con la relación, si no se comunican entre ellos, si no se expresan el uno al otro sus sentimientos, inquietudes y proyectos. El objetivo nos es que hablen sin parar, sino que ambos se expresen y escuchen, para entenderse.
   
Antes de juzgar una situación o una actitud, hay que intentar ponerse en el lugar del otro, intentar conocer qué siente, cómo piensa, por qué  ha obrado de ese modo: en resumen, intentar comprenderle, nadie es dueño de la verdad ni puede esperar que los demás se comporten ni piensen igual que él. Hay que ser tolerante con la pareja siempre que sea honesta y no nos cause un daño físico o emocional.
   
Para comunicarse bien es fundamental mantener el respeto, se recomienda cuando no se está de acuerdo o se discute, hay que evitar los insultos o levantar el tono de voz. Es preferible posponer una conversación hasta que las emociones desagradables u hostiles hayan bajado de intensidad, para poder hablar con serenidad. Hay que dejar que uno hable y el otro escucha y viceversa, para que haya un entendimiento total y ambos tengan una hermosa relación de pareja…


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