martes, 3 de abril de 2012

Semana Santa: ¿Para gozar?


Por Vilma Pandelo Cruz

            Tomando en cuenta que el tiempo dedicado por completo al Señor empieza con el período de la Cuaresma, que son los últimos 40 días que estuvo Jesucristo entre nosotros haciendo el papel del Hijo de Dios.
            La palabra  Cuaresma significa tiempo de abstinencia, para los católicos, entre el Miércoles de Ceniza y la Pascuas de Resurrección.
            En nuestros tiempo y tradicionalmente los católicos dedican una semana para seguir los misterios de la crucifixión del Jesucristo y hasta cierto punto consolidarte con su causa, que al fin  de cuentas nos atañe a todos, puesto que El se hizo hombre para venir a la tierra a pasar por todas las cosas por la que pasa un ser humano.  Murió para que nuestros pecados fueran redimidos con el perdón y que el Padre cumpliera su plan.
Aunque el Señor le dio todo por nosotros, casi a diario olvidamos su hermosa acción de amor, que siendo como Dios, se sacrificó por la raza humana, que de por sí bastante mal agradecida que ha salido.
La Semana Santa debiera tener el mismo significado que se le atribuye, una semana de recogimiento espiritual, para meditar sobre lo que hasta la fecha hemos hecho en bien del prójimo y de nosotros mismos, sobre nuestro encuentro diario con Jesucristo, nuestros sacrificios, nuestra actitud para con nuestros semejantes, lo que esconde nuestro corazón, si estamos limpios para recibir el juicio de Dios.
La Semana Mayor tiene que ser unas semana para encontrarnos por dentro, para sacudir a nuestro espíritu, para olvidar viejos rencores, perdonar a quienes nos han hecho daño, para amar a nuestros enemigos, para socorrer al necesitado, para dar más de lo que recibimos, para mantener un espíritu tranquilo, donde la paz nos llene plenamente.
Una semana para recogernos en nuestros hogares y pedirle a Dios que nos ayude en nuestro caminar y que nos proteja de las malas influencias de Satán, que cada días las familias se unan mas, que los hijos sean más dependientes de sus padres, que tenga el temor de Dios y que tenga el temor de Dios y que aprendan y practiquen los principios morales para que puedan ser hombres de bien en el mañana.
Sin embargo, por encima de todo esto, la Semana Santa se ha convertido en una semana para gozar, pues como todas las escuelas suspenden las clases desde el Viernes Dolores, antes del comienzo de la semana, las familias se preparan para asentarse en las playas caribeñas y muchos se van fuera del país a pasar sus vacaciones de Semana Santa.
Muchos parten desde el viernes anterior y otros parten el jueves cuando ya la actividad laboral se suspende.
Si hacemos un recorrido por las playas dominicanas, veremos que todas están repletas de bañistas, tarantines, frituras, esquí  acuático, yates, botes, sombrillas, paraguas, neveras, comidas, trajes de baños, tangas, hilos, todas las bebidas alcohólicas.
Las mujeres se gastan el último sueldo para comprarse la ropa de playa, las tiendas se abarrotan de playeros, al igual que los supermercados que quedan vacios, porque los que van de fin de semana se llevan de todo, hasta lo que no van a usar o van a comer.
Es un derroche de todo, porque la euforia de la semana les alegra el espíritu a los que gustan y esperan ansiosamente esta semana.
La Semana Santa se convierte en una semana para gozar en todas sus anchas, o en el sentido total de la palabra.  Aquí no existen los límites, porque lo importante es olvidarse de lo espiritual y darle gusto a la carne, que siempre esta habida de aventuras.
Los hombres se preparan para tremenda parranda, espectacular diversión y una inolvidable aventura, ya que van expuestos a dormir donde le coja la noche o llevan las casas de campaña para prepararlas frente a la playa.
Y pensando en una pasaje de la Biblia, me parece que la Semana Santa de santa no tiene nada, es más bien revivir lo ocurrido en tiempo de Sodoma y Gomorra, donde todos se lanzaron a disfrutar de los bajos placeres y perdieron el sentido de lo correcto y terminaron siendo destruidos por Dios, quien de tanta tristeza no le quedo más opción que limpiar la tierra de tanta escoria, perdición y corrupción.
La Semana Santa debe ser para gozar, pero no en la carne sino con las cosas del espíritu; como un encuentro sincero con el Señor, limpiar nuestras almas y tratar de vivir en paz con Dios, con nuestros semejantes y con nosotros mismos.





           

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