lunes, 19 de septiembre de 2011

¿Puede una persona no puede amar a dos a la vez?

Lunes, 19 de septiembre de 2011, 15:05
Por Vilma Pandelo Cruz

El ser humano tiene capacidad para manifestar todo tipo de sentimiento, pero si está ilusionado con dos, tiene que haber una diferencia que distinga o determine, porque quiere a una y porque quiere a la otra, o sea, que le atrae de una y que le atrae de la otra.

Por más interés que muestre un hombre por una mujer, cuando exista una segunda, las cosas se complican, porque muchas veces sucede que se tiene una pareja, pero con el tiempo se cruza otra en el camino y el hombre, machista al fin, decide incluirla en el menú y así disfrutar de lo que le gusta y le brinda la primera y disfruta de lo que le atrae de la otra, o sea, estar con ambas a la vez.

Aunque científicamente puede darse casos excepcionales en los cuales se conozca de un hombre que diga que tiene dos y las quiere a las dos por igual, porque resulta difícil de asimilar que este fenómeno suceda, pero algunas personas piensan que el hombre que acepta ese doble reto, con dos volcanes en erupción (mujeres), acompasados al ritmo frenético de un corazón al borde del infarto y un cerebro llevado al límite, por la osadía de atender a dos mujeres que demandan de todo tipo de acciones para manifestar el amor a un hombre y que este pueda demostrar con hechos lo que su corazón siente.

Y contra todos los pronósticos, no se mueren ni se enferman. Estos extraños seres no se cansan ni descansan, no decaen ni desisten. A pesar de los inconvenientes, se mantienen de pie, debatiéndose entre dos polaridades simétricas y perfectamente equilibradas. Dos amores con igual intensidad, dos tragas sin atragantarse.

Hay algo interesante es que las vivencias afectivas, cognitivas y de comportamiento de quien padece esta doble afectividad se superponen y confunden. En esencia, los dos amores producen los mismos efectos, como si el cuerpo no pudiera considerar por separado los polos del conflicto. La misma taquicardia y la misma emoción localizada en la boca del estómago. No interesa si son mariposas o murciélagos, la consecuencia es la misma: una doble angustia corta la respiración y pone a temblar el sistema hormonal.

"Sueño con los dos, disfruto con los dos, extraño a los dos, no concibo mi vida sin ellos".
Al menos en términos prácticos, en que lo ideal sería no abrir sucursales afectivas. Y no me refiero a la infidelidad, que es el tema aparte, sino a que la emoción se encause por un solo canal. Sin embargo, nada hay más subversivo que el amor, nada más impredecible y sorprendente.

A veces, el doble amor dura poco, pero solo se trata de química concentrada transitoria, ebullición desordenada y vibrante. Pero en ocasiones, la bioquímica es transcendida y el amor se asienta descaradamente durante años. Nos atraviesa como una espada de dos filos y allí permanece como el mayor de los enigmas.

Esto de querer por partida doble me recuerda el "escepticismo que mantenemos frente a las brujas, cuando decimos que no creemos en ellas pero que sí las hay. Yo no he podido ver brujas montadas en escobas, pero he visto volar el amor en todas las direcciones posibles.
Lo he visto estrellarse, morir en un instante. También lo he visto echar raíces en los lugares más inhóspitos y dar los frutos más maravillosos que podamos concebir. En el amor todo es posible.

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