martes, 15 de noviembre de 2011

Quién podría matar el amor

Por Vilma Pandelo Cruz






Tiempo atrás  mi querida amiga doña María Mclain me entregó una hojita sacada de internet con un título que me llamó mucho la atención porque siempre he hablado de que el amor nunca muere, que es ciego, que muere la ilusión, lo que es el amor, pero aunque no muere como esencia o fuerza, si lo pueden matar dentro de las personas como sentimiento, claro que alegóricamente.
    Leía sobre la historia que tenía en mis manos, la cual contaré lo que entendí y a mi manera, para señalar lo que me interesa.
    Empezando con que el Odio, el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, había decidido matar al Amor y reunió a todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Ya todos juntos escucharon al Odio manifestar su intención de que mataran al Amor, claro que todos estaban contentos porque tenían el mismo sentir del Odio, entonces el primer voluntario fue el Mal Carácter y este aseguró que provocando discordia y rabia lo mataría, pero al cabo de un año se volvieron a reunir todos y resultó que no pudo. Habló la Ambición quien haciendo alarde de su poder, intentaría desviar la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y el poder, aseguró que mataría al Amor.
    Realmente el Amor cayó herido, pero después de luchar por salir adelante renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.  El Odio se enfureció y decidió enviar a los Celos quienes burlones y perversos intentaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar el Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas, pero el Amor confundido lloró, y pensó, que no quería morir y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció.
    Así años tras años el Odio envió a sus más hirientes compañeros, envió a la Frialdad, al Egoísmo, a la Cantaleta, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer tomaba de nuevo fuerzas y todo lo superaba. 
    El Odio viendo que todo fue inútil se dio por vencido, pero de pronto desde un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido, que vestía de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver, su aspecto era fúnebre como el de la muerte. “Yo mataré al Amor”, dijo con seguridad. Todos lo dudaron, pero al cabo de un tiempo se reunió con el grupo y anunció la muerte del Amor.
    Y así murió el Amor, en manos de un extraño, de una actitud que ni siquiera es un sentimiento y que por la constante repetición o monotonía en la que caen los seres humanos que no son capaces de alimentarlo con cosas nuevas, dejan morir al sentimiento más grandioso que pueda existir, el cual ha sido musa de poetas, compositores musicales, pintores, escultores y de la naturaleza.  Y precisamente lo mató la Rutina.
    Muchas personas dejan que su amor se muera, porque no tienen iniciativa, creatividad, prefieren vivir en la monotonía, hacer de su vida una costumbre, como algo mecánico; brindarle a la pareja siempre lo mismo, sin permitirse alimentar la imaginación.  Prefieren que la rutina mate el amor, por comodidad, dejadez, por el simple hecho de creer que el otro es quien debe sostenerlo vivo, pero el que no sabe mantenerlo porque no se inspira o porque no quiere, que lo suicide dentro de sí, entonces si podría decir que no existe, porque el que no ama simplemente está muerto en vida.           
    El acto de amor más grande que ha mostrado el mundo, cuando Dios entregó a su Hijo Unigénito, para que muriera en la cruz, Jesucristo que decidió morir para que nuestros pecados fueran perdonados y tuviesemos vida eterna.
    Cuantas cosas hermosas se han hecho por amor y con amor, como la concepción de un hijo. Dar tu sangre a un moribundo, cuidar de los enfermos, adoptar a un niño, acudir cuando nos necesitan, darle de comer al hambriento, curar las heridas, socorrer al necesitado, cuidar a los envejecientes y proteger a los inocentes.



No hay comentarios:

Publicar un comentario